sábado, 21 de noviembre de 2020

Jan Morris


Acaba de llegarme la noticia de su fallecimiento a los 94 años. Nunca es el momento oportuno.

La conocí, literariamente hablando, no hace mucho tiempo, cuando me documentaba para el último viaje a Venecia porque la literatura de viajes, la buena literatura de viajes, era una de sus especialidades.

Los viajes, pero no solo los viajes. Toda su vida fue una secuencia de pasiones y de alianzas que bien vale la pena de ser estudiada. No es éste el sitio donde hacer ni una pequeña reseña, pero les animo a que busquen, lean, contrasten y se maravillen.

Gracias Jan por todas tus aportaciones.


La foto es de The New York Times

jueves, 15 de octubre de 2020

El Gran Espectáculo


Un enorme e interesantísimo espectáculo, siempre y cuando se sepa estar atento sentadito en tu butaca.

Un espectáculo largo, intenso, con secciones para todos los gustos y enormemente impactante. Un espectáculo que, además, lleva la emoción hasta después de bajarse el telón, cuando esa butaca que ocupe el espectador ya esté vacía.

Ése es el enorme privilegio de los nacidos alrededor de 1950 quienes, sin haber hecho nada para merecer tal butaca preferente, han podido ser testigos (participantes a veces) de una época inédita. Época de cambios, de revoluciones, de avances y contrarreformas como nunca en este país se habían conocido. Nunca sin del costo de una guerra.

Muchos pueden pensar que el espectáculo es algo bufo, pero es cuestión de paciencia y de ver toda la obra en su conjunto sin obcecarse en unas escenas determinadas; escenas que, también hay que decirlo, por más irritantes o aburridas que parezcan, tienen su fundamento para la evolución del argumento.

Los que se incorporaron a la vida por aquella época ha vivido:
  • Una dictadura, que por estar ya en la fase de “dictablanda” les permitió dotarse de valiosos criterios de lo que no querían sin que, salvo excepciones, hubiera que pagar con la vida o con los huesos.
  • Una revolución cultural alrededor del ’68 que trastocó en muy poco tiempo valores que se consideraban casi consustanciales con la civilización occidental.
  • Una creación de un país homologable, diseñado a golpe de generosidad, con todas sus estructuras, instituciones y normas que permitirán sacudirse un poco el lastre casposo que nos distanciaba de nuestro entorno.
  • Una revolución social, derivada en parte de la anterior, con cauces de representación, con reposicionamiento de clases y, sobre todo y muy fundamental, de género.
  • Una revolución económica, con todas sus imperfecciones e injusticias, claro que sí, pero donde aumentó considerablemente la realidad de que quien quisiera trabajar tuviera oportunidad de hacerlo, creándose de este modo nuevos estados sociales y autonomías personales.
  • Una revolución geopolítica en la que no solo se extinguen los imperios coloniales, sino que los protagonistas de cada uno de los dos bloques dominantes son humillados en Vietnam y Afganistán y se abre la puerta a cuestionarse todo el mapa de influencias.
  • Una revolución científica y tecnológica como nunca antes se había producido, si se considera lo accesible que es la nueva tecnología para una gran parte de la población.
  • Una revolución del conocimiento, principalmente derivada de los avances de la tecnología de la información y las comunicaciones, de manera que “el saber” era casi ubicuo e inmediato, democratizando el potencial que esto genera.
Sí, hemos asistido con la boca abierta a todo esto hasta que se nos ha resecado el paladar y ya casi no nos sorprende ver un paseo espacial, un trasplante de órganos, una imagen de una erupción volcánica o de una cópula de rinocerontes. El bombardeo de novedades maravillosas está a punto de castrar nuestra capacidad de asombro.

Y es tal la insensibilidad para poder seguir maravillándonos que apenas percibimos que cada una de estas facetas de progreso han entrado en terribles declives. Seguimos instalados en la inercia de la mejora infinita sin reaccionar tanto a que estamos ante:
  • Un declive social, donde la desigualdad entre “ricos y pobres” no hace más que crecer. Donde no hemos resuelto los problemas de marginalidad que pueden afectar a continentes enteros, y donde las inevitables migraciones se convierten en algo a solucionar a base de muros.
  • Un declive cultural tanto más grave cuanto la información y el conocimiento son mucho más accesibles, y tal vez motivado por la ausencia de grandes líderes de las ideas y de las artes.
  • Un declive geopolítico donde una gran parte de las antiguas colonias se han revelado como estados fallidos, donde las instituciones supranacionales han perdido credibilidad, y algo de legitimidad, y donde el ímpetu nacionalista crece cuando ya se creía superado.
  • Un declive ambiental que solo puede contenerse cuando asumamos que la riqueza para consumir es suicida y que el crecimiento tiene un límite, al menos con los esquemas actuales.
  • Un declive del conocimiento, donde nos hemos instalado en una superficialidad mediocre, hemos perdido la ambición por ser mejores cuando lo teníamos más fácil, y nos hemos conformado con seguir modelos carentes de fundamento. Somos hedonistas y nos conformamos por parecer en lugar de ser.
  • Un declive evolutivo en el que la contrarrevolución está liderada por los conservadores.  Me gusta la llamada de atención de Maalouf sobre el hecho de que, en el plazo de pocos meses, tomaron el poder Margaret Thatcher, Ruhollah Jomeini, Deng Xiaoping y Karol Wojtyla, haciendo suyo el cambio de sentido y significado de la Revolución, para convertirla en regresiva y conservadora con el aplauso de casi todo su área de influencia.
En cualquier ciclo histórico, esta montaña rusa de alzas y declives se aprecia con la perspectiva de generaciones, casi de siglos. Pero he aquí que, de repente, aparece un virus silencioso que se instala en un mundo globalizado y causa efectos globales.

Sus efectos no son tan relevantes en vidas truncadas, porque otras enfermedades han sido mucho más letales y la ciencia no tardará en encontrar el medio de derrotarlo. Tampoco lo mediría por los quebrantos económicos, ya que hemos salido de crisis tanto o más profundas. Lo que resulta interesante es el modo en que esta pandemia está actuando como el gran acelerador de cambios, todo lo que está poniendo en entredicho y su capacidad de sacarnos de nuestra zona de confort para hacer esos ajustes que, no por sabidos, dejaban de ser constantemente relegados.

Y aquí vuelvo al principio de este escrito, donde hablaba del gran espectáculo y del privilegio de una generación: Hemos vivido una progresión profunda, una contrarreforma, una quiebra y ahora puede que veamos una reacción tal vez similar en calado a la del inicio de nuestro ciclo vital.

Dicen que las crisis hacer salir lo mejor y lo peor de cada uno, por lo que el espectáculo está asegurado aun no sabiendo si asistiremos a una tragedia, a algo épico, o a una chapuza. Seguro que costará sangre, muchos se quedarán por el camino y será necesario fijarse bien en los detalles y tener paciencia; en las grandes obras no hay que dejarse deslumbrar por los personajes que hacen más ruido porque, con frecuencia, no acaban siendo los que lleven las riendas de la trama.

Seguro que no nos dará tiempo a vivir la implantación de nuevas soluciones, pero sí podremos apreciar por dónde se orientan los cambios. Es bueno no vivir su materialización porque, ya lo hemos visto, todo cambio relevante lleva consigo el germen de su propia destrucción ¿No hemos aprendido lo suficiente con ver cómo aquellos cachorros que levantaban adoquines en el París del '68 son los mismos, exactamente los mismos generacionalmente hablando, que llevaron al mundo a la crisis del hipercapitalismo en 2008?

Vivir todo esto es apasionante, siempre que no nos conformemos con el paso de los días sobre la piel, sino que abramos bien los ojos para no perdernos ni un detalle, para comprender sin juzgar. Se trata de asistir al espectáculo desde la butaca y asumir que los de esta generación no somos los protagonistas, ni siquiera actores secundarios. Somos testigos que, en el mejor de los casos, podremos tener una mirada más global como para no ponernos nerviosos y seguir la historia atentamente. Con atención para captar todos los detalles y ser capaces de ver el aire.

Saber compilarlo y contarlo, por si la perspectiva le sirviera a alguien, ya tiene que ser la bomba. A ver si alguien sabe y otros lo escuchan, porque eso sería como para justificar todo el oxígeno consumido en estos años.

Imagen de MadridDestino

martes, 15 de septiembre de 2020

Esta galaxia nuestra

Acabo de leer que la comunidad científica esta súper excitada por la posibilidad de que haya vida en el planeta Venus.


¿Cómo han llegado a esa conclusión? Porque han encontrado un gas que huele a podrido o a material en descomposición.

La verdad es que no sé cómo tomármelo


Imagen de iProup.com

miércoles, 24 de junio de 2020

Cierra Salazar

No soy nostálgico, y me esfuerzo para que las revisiones del pasado no generen añoranza porque, a la vista de lo que hay, eso lleva a una melancolía de la que cada vez es más difícil salir. Pero cuando hoy he leído la noticia me he quedado un rato en suspenso.


Desaparece Salazar, como Matey o el Bazar León, La Bearnesa, Sandalio el carbonero, la vaquería y la Casa de los Bastones de Apodaca, la chatarrería de La Corredera, El Anciano Rey de los Vinos, Mazón, Corripio, los Sagrados Corazones y Los Maristas.

Y muchas más, pero no es un tsunami, algo queda con la Farmacia del Águila, el Servicio Doméstico y un Comercial.... que no sé yo, me parece tan falsote como los supervivientes de aquella docena de cines del barrio.

Todo desaparece, como yo también lo haré, sin que el mundo deje de girar sobre su torcido eje. No necesariamente en aras de algo, no para dejar sitio a algo. Simplemente se convierte en polvo y se lo lleva el viento. Lo normal, supongo que tendrá algo de lógica, pero lo que no tiene es un gramo de sorpresa.

Quedan recuerdos ligados a situaciones en color sepia, melodías o palabras. De Salazar me queda lo que los estudiantes de la casa decíamos al salir por la puerta de la tienda: "Apúntemelo a Zugasti". En aquella época las tiendas te apuntaban las compras para facturarlas a final de mes, y jamás compramos algo innecesario ni nos cargaron algo que no nos correspondiera.

"Apúntemelo a Zugasti" se decía con la naturalidad de un "hasta luego", y a mis colegas del colegio les parecía una fórmula fascinante, como algo mágico. Visto desde aquí, ahora, sí que era magia.

Hay frases de aquella época, de aquel lugar, que sin tener épica alguna nos quedan grabadas, como la asombrosa retahíla de otro fantástico clásico del barrio: La Ortopedia Alonso. He aquí lo que he recuperado:

"Alonso-Sucesor-Alfonso. Ortopédico constructor, taller propio. Piernas, brazos artificiales, corsés de celuloide, bragueros. Medallas de Oro en Madrid, Zaragoza, París y Milán. Ortopédico del Hospital Militar, proveedor del Cuerpo de Inválidos y de la Compañía de Ferrocarriles".
 
Tenía su estilo, es innegable.

Las imágenes son de salir.com
y entredosamores.es




martes, 9 de junio de 2020

Pau

Adiós Pau, y gracias por todo.

Gracias por tu música, por tu mirada burlona, por saber que el emperador va desnudo.

Gracias por aquella Flaca de mitad de los 90, y por todo lo que vino después. Gracias por haber elevado las palabras cotidianas casi a nivel de himno, y de haber creado frases convertidas luego en un eslogan.


Y de los que somos de tu club de células enloquecidas, gracias por haber divulgado un punto de vista que, en mi opinión, es el único válido. Gracias por reivindicar la valía de la aceptación, por haber enseñado la abismal diferencia entre "a esto lo venzo yo" y el auténtico "esto no puede conmigo". Gracias por haber enseñado a agradecer, a valorar lo importante.  Gracias por difundir la idea de que, en realidad, la única victoria consiste en aprender a vivir con ello.

Gracias por tu sonrisa, la que siempre has sacado cuando alguien te miraba. Gracias por dar testimonio de la naturalidad del héroe.

Gracias por aquel "Humo", y el momento en que nos lo diste a conocer.


Bonito, todo me parece bonito, y solo espero que no hayas sufrido en tus últimos pasos.

Gracias Pau, y un fuerte abrazo.






viernes, 22 de mayo de 2020

Me ratifico

Hace ya unas semanas que tomé la decisión de dejar de seguir las noticias, al menos con la rutina (medio ansiosa) que tenía antes, y sustituirlo por un acercamiento más pausado y manteniendo la distancia de seguridad que se recomienda ahora.

Es un intento de lograr el equilibrio entre la necesaria información que preciso para tener criterios y la salud emocional.

En ese ejercicio de revisión cautelosa de los medios, hoy he leído esto:

"Madrid 21/05/202017:43
EUROPA PRESS

El Parlament catalán ha aprobado en el pleno de este jueves el decreto ley 11/2020 por el que se adoptan medidas económicas, sociales y administrativas para paliar los efectos de la pandemia generada por la covid-19, un decreto que incluye además una subida del 0.9% de la asignación para exconsejeros y la actualización de las pensiones a expresidentes de la Generalitat".


Vamos a ver, que puede que no lo haya entendido bien, y que lo importante no es que la fuente sea Europa Press o que se refiera específicamente al parlamento catalán, esto es lo de menos. La cosa es celebrar que la capacidad de asombro se mantenga casi intacta, y eso es bueno como indicador de que no todo ni todos se ha ido por el desagüe.

Nada, a seguir contemplando el mundo desde una prudencial distancia, y nunca desde arriba. El ejercicio es cómo seguir sintiéndome concernido aunque no activo. No lo tengo resuelto.

Es la pelea entre la ética y la estética, por un lado, y la pereza por otro. Tal vez la desesperanza, aunque me cueste reconocerlo.

viernes, 13 de marzo de 2020

Nada, que me doy la vuelta

El plan que tenía preparado era, principalmente, el Alentejo, y sobre todo el del interior. Cruzar por el Algarve era casi un "de paso" del que no me he arrepentido.

Pero así son las cosas, tras un solo día maravillado en la zona de destino creo que lo mejor es dar la vuelta y volver a casa. Demasiado ruido con el famoso Coronavirus, demasiadas incertidumbres. Así la situación, no hay un buen ambiente personal para seguir insistiendo en esta ruta, y es mejor pasar este trago en casa, tanto por cuestiones sanitarias, como sociales, familiares y logísticas.



Me han quedado puntos en el tintero, puntos sobre los que he leído mucho y, sobre todo, que he buscado y encontrado con el interés suficiente como para secuenciarlos en mi ruta. Ahí están los que quedan pendientes:
  • Castro Verde 
  • Monsaraz
  • Sao Lourenzo do Berrocal
  • Herdade do Feixo
  • Evoramonte
  • Cómlech de los Almendros
  • Evora
  • Arraiolos
  • Castelo de Vide
  • Marvao
Y sí, sé que están ahí esperándome y que no van a moverse. De cada uno de ellos he leído cosas y acabaré encontrándome con ellos otro día.

Hay un par de cosas muy positivas en este retorno precipitado, además de ser lo más razonable: que las sierras que he surfeado para cruzar la frontera lo antes posible son hermosísimas, y que sin esta decisión precipitada no las habría conocido. El Parque Natural del Valle del Guadiana es todo un paraíso que valdrá la pena descubrir detenidamente y de manera monográfica.

Y otro punto es que está bien tener una lista de tareas pendientes creada con cariño y sin sentimiento de obligación. Debe ser chungo mirar al calendario inmediato y encontrarse con la agenda vacía, incluso no saber que hacer una tarde de domingo. No hablo ya del FUTURO, eso son palabras mayores para mentes mucho más optimistas que la mía.

Y ahí está, una carrera de 750 km sin parar para poder hacer una compra antes de fin de semana (dentro de lo que la situación de los supermercados permite) y ahora a cruzar los brazos en un sillón para contemplar cómo se desarrollan los próximos acontecimientos. Va a ser interesante.

No soy de los que prestan oídos a las especulaciones sobre si ésto es el resultado de la guerra comercial entre EEUU y China, sobre si ha sido un producto de laboratorio que se les ha ido de las manos, sobre si mascarillas sí o mascarillas no....hay demasiada especulación y no quiero meterme en el lío sin tener los criterios necesarios como para poder sortear todas las posibilidades.

Lo que sí es cierto es que esto nos pone ante un terremoto en nuestra zona de confort, un cambio que sin una crisis así no abordaríamos de ninguna manera, y un cambio que todos consideramos necesario ante la deriva de nuestra sociedad, y nuestro comportamiento dentro de ella.

Ahora habrá que ver cómo el mundo que los intereses han hecho globalizado, es capaz de gestionar un problema global. Habrá que ver cómo los poderes plurinacionales manejan los impactos desiguales del problema en cada una de sus miembros. Habrá que ver cómo los gobiernos anteponen los criterios sociales a los económicos. Veremos si las empresas tienen cintura para mantener a sus empleados, proveedores y clientes, cómo sobrevive un país basado en el sector terciario ante la ausencia de demanda de servicios, o cómo los ciudadanos anteponen intereses colectivos a los personales.

Será interesante ver si los medios de comunicación ejercen la responsabilidad que tienen y, cosa novedosa en la historia, si cada uno de nosotros actuamos frenando o potenciando noticias a lo loco, cuando tenemos más poder de difusión que esos medios convencionales. 

Efectivamente, un buen montón de cuestiones que serán un punto de inflexión en nuestra evolución. Soy tan pesimista sobre el género humano a corta distancia como optimista en cuanto amplío la perspectiva. Si no tuviéramos una enorme capacidad de adaptación ni de gestas heroicas no habríamos sobrevivido a los últimos 40.000 años, donde no ha faltado un buen surtido de cataclismos y tiranos.

Ya veremos; como digo, va a ser muy muy interesante verlo y participar en ello.


Mientras tanto, aparcado queda el Alentejo hasta mejor ocasión.

La imagen es de Wall Street International


jueves, 12 de marzo de 2020

Valle del Guadiana

El paisaje de dehesas con encinas y alcornoques debo tenerlo tatuado en algún cromosoma, de los anclados aún en la estirpe extremeña.



Supongo que la carga genética la llevamos todos, y no siempre se sabe dónde está el detonante que la hace manifestarse. Si le preguntamos a una golondrina, seguramente no sabrá explicarnos qué es el Congo ni cómo se llega allí, pero al final del verano emprende el vuelo y llega sin un titubeo.

A mi me pasa con un geolocalizador. No me sale un regusto en el paladar, un cierto sonsonete al hablar o un pellizco en el estómago hasta que los pies no pisan esta tierra. 

Son varias generaciones previas de extremeños, y son bastantes años infantiles con largas temporadas aquí. Es una realidad, ni buena ni mala, que no me condiciona a nada, y desaparece como llegó al moverme por el mapa.


Un misterio, y voy a estar sintiéndolo tres o cuatro días.

Beja no me ha parecido interesante, pero la llegada a Mértola es espectacular.


Un pueblo fronterizo presidido por un castillo medieval (otro castillo, así va a ser ahora) del que me ha llamado la atención que todos los nombres y honores del recuerdo son para el señor moro que lo defendió. Estamos tan acostumbrados en este país a las historias sesgadas, a las historias falsas llenas de buenos y malos que, desgraciadamente, nos choca que "el bueno" sea quien nosotros solemos calificar de "el malo". Así, sin más cuestionamientos.

Tiene una hermosa judería, un museo morisco, otro del contrabando (!!) y una enorme actividad cinegética, artesana, montañera y hasta jacobea; he visto algunos peregrinos y abundante señalización de un Camino que no sé cuál será.



Da gusto pasear por pueblos donde parece que los habitantes están contentos de serlo, desgraciadamente no es lo más habitual, y puede que esté sea así también, tapado por una interesada capa de atrezo.


Y hablando de habitantes, hablo con gente de España y sus crisis de políticas y epidemias, y me parece que se refieren a un país de otro planeta. Tendré que ir preparando el cuerpo para el reencuentro porque, no nos engañemos, esto tampoco es lo real.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Costa Alentejana

Pasada una línea imaginaria todo cambia de repente. 



Los pueblos parecen mediterráneos, las carreteras avanzan rectas entre bosques de pinos, y las playas... las playas pierden aquella grandiosidad casi épica para, sin ser necesariamente más pequeñas, convertirse en algo íntimo, llenas de coquetería.


 

Y esa sensación de intimidad se acrecienta al pasear por ellas sin nadie alrededor, abriendo huellas en la arena y protegiéndome del sol sentado en casetas abandonadas de windsurfistas.




¿Cómo es posible que en menos de 200 km que puede tener de ancho, Portugal genere tantos ríos y tan caudalosos. Toda esa cantidad de agua busca su camino entre los montes para desembocar en preciosas calas, en rías amplísimas y hasta en cascadas.



Tanta luz y tanta agua cambiarán radicalmente a partir de mañana, cuando tocará meterse por serranías y vivir el terreno fronterizo medieval.

Salgo de la costa lleno de imágenes, y me lleno ahora de expectativas para las próximas jornadas.

martes, 10 de marzo de 2020

Costa Vicentina

Al doblar el Cabo de San Vicente hay otro cambio enorme en la costa, y en todo el paisaje.



Y yo entiendo a Magalhāes y toda aquella gente de hace 600 años que se pasaban la tarde apoyados en el poyete de la fortaleza local, mirando a aquella inmensidad azul y las olas rompiendo desde lejos. Mucho tiempo así y acabas diciendo: "Venga, vamos" y descubres nuevas rutas a las Indias solo porque es lo que estaba al otro lado del horizonte. Es cosa de mucho tiempo por delante y darle vueltas a la cabeza, nada más.



Si me pasa hasta a mí, que soy un cobarde confeso, y que teniendo estas vistas, con tres cervezas, un barco y unos cuantos amigos que me calienten la boca acabaría colonizando un continente.

Bueno, solo si hay muchos días brillantes y tranquilos como el de hoy, porque con tempestad, el mar embravecido y el ruido de la tormenta, uno se aleja del poyete, se pone una chimenea en casa y le dice a los colegas provocadores: "Mira, otro día, que hoy estoy muy liado".




Son playas impresionantes, separadas de los pueblos y las carreteras por una barrera de montes, de manera que cuando te pones con ese mar enorme frente a ti, y con los montes y las dunas a tus espaldas, sufres el vértigo de perder todo punto de referencia, de no saber quién te crees que eres.


En la explanada de la fortaleza de Sagres hay una curiosa construcción con forma de un laberinto circular. Las paredes curvas canalizan y amplifican el susurro del viento, y el suelo tiene rejas que cubren los pozos que llegan hasta el rompiente de las olas, docenas de metros más abajo. Todo ello te pone ante los suspiros y los rugidos del dragón, dueño del océano, al que algunos se atrevieron a desafiar.

Aquí todo es grandioso, o tal vez solo es que te vuelves muy poquita cosa.

lunes, 9 de marzo de 2020

Mar, piedras, cuevas

Y más mar, más piedras, más cuevas. Así todo el día, con la boca cada vez más abierta.

Entre Faro y Portimāo encuentro esta costa que da la sensación de andar todavía en pleno movimiento, dura, brutal, castigada y de una belleza difícilmente comparable con cualquiera otra.




Decía el otro día a Rafa que no necesariamente siempre hay palabras para todo. Y él, como es más sabio, decía que entonces valía la música o el sonido del mar. Juega con ventaja porque es filólogo y escritor, y no se puede mover ni una coma a su respuesta.

Hoy es de esos días donde me siento enormemente privilegiado de poder asistir a este espectáculo con tanta luz y con tan poca gente (casi nadie) porque constato con los locales que todo lo que tiene esto de paraíso en una jornada así, lo tiene de infierno en verano, que es cuando la mayoría de la gente puede venir.




Por eso, me pongo la mano en el pecho, y me arrodillo si es necesario, para daros gracias infinitas a los que lo hacéis posible con vuestra cotización. Seguid así porque, si un día encontráis que vuestro trabajo no responde a lo que esperábais, siempre os podéis consolar pensando lo felices que nos hacéis a tipos como yo.

La verdad es que el sistema es todo un invento, no me extraña que quieran cargárselo.



Sigo al Finisterre portugués, hoy he visto por fin una ciudad con encanto.

domingo, 8 de marzo de 2020

De Faro a Lagos

Quarteira, Vilamoura, Olhos de Àgua, Falesia y Albufeira. Todo despacito, con mucho sol y poca gente, a pesar de ser domingo.


Pues Algarve en estado puro. Que no se trata de juzgar a Benidorm, de ninguna manera. Benidorm, tal vez, y excepto el paisajístico, cumple perfectamente con todos los papeles que ha de cumplir. El Algarve es aún más bonito, con mejores playas, mejor entorno y más cuidado. Seguro que si empezaron la locura turística unos años más tarde, aprendieron a no caer en ciertos errores y, en general, es menos cutre que la costa española; masificada igual, pero mejor.



La buena noticia de estos sitios para los optimistas compulsivos, es que cuando en un chiringuito pides unas sardinas te traen unas sardinas. Ayer, en un sitio muchísimo más puro y auténtico, pido lo mismo y me contestaron: "La temporada de sardinas es en agosto". Pero yo soy un turista, y no me importa si vienen congelas de Sudáfrica; para notar la diferencia tendría que tomarme juntas una de cada.

Mañana más costa, pero enseguida tuerzo para el norte y empiezo el Alentejo, que también tiene su parte Atlántica.


sábado, 7 de marzo de 2020

De Sevilla a Faro

Se puede hacer en una hora y media, a mi me ha llevado ocho.


Y es porque parece que en Portugal las cosas me salen muy despacio, paseo Tavira como si arrastrara los pies, paladeando cada piedra y cada teja, y luego el camino hasta Pedras de El-Rey ha sido un espectáculo muy emocionante.


Toda la barrera de arena paralela a la costa forma un conjunto de islas super protegidas, donde se han cuidado muy bien de no poner accesos (excepto por un estrecho puente peatonal lejos de todo) y donde no solo no se puede entrar con coche, sino tampoco con bici ni con mascotas. Hay que atravesar así una buena extensión de marismas en paralelo con el tendido de un trenet de via estrecha, pero tan estrecha como 60 cm, que debe funcionar en verano.

Caminar por una marisma siempre me sugiere estar en la nada, puede que sea por esos horizontes inmensos, por la amenaza de una arena que quiere devorarlo todo, por la biodiversidad aparentemente reducida. Es un escenario así me siento más intruso que nunca.

Pero al llegar finalmente a la playa inmensa y desierta me doy de cara con un "Cementerio de Anclas" tal vez colocadas, que no amontonadas, como homenaje a los pescadores de atún de almadraba. Parece salgo muy simple, pero tiene una monumentalidad sobrecogedora.


Se pueden pasar días pateando este paraje de Ría Formosa hasta que el corazón ya no quepa en el pecho.

Luego a Olhāo y sus docenas de bares de pescado y, para compensar de tal empacho de naturaleza, tierra adentro otra vez para meterme un gin-tonic rodeado de los excesos del Palacio de Estoi. Cuando los portugueses se ponen barrocos no hay quien los supere.



Acabo en Faro, que no llama demasiado la atención después de un día así, pero ya lo veré mañana con calma.

¿Más calma?

viernes, 6 de marzo de 2020

On the road again

No, no se trata de emular a los viejos rokeros, ni a ningún tipo de rokero. Nada de emular, a nadie. Se trata del deseo impenitente de llenar los ojos, de hacerlos grandes. Se trata de maravillarse.

En esta ocasión, tal vez noto algo nuevo, como estar haciendo una especie de viaje preparatorio de otro más grande con lo que vaya viendo de interesante en este... en la tonta idea de que un viaje puede repetirse.  No se puede, nosotros somos distintos cada vez, los sitios han cambiado cada vez, los olores, los sentimientos, las sensibilidades. La óptica entera.

Todo es diferente de un día para otro, 

Ahora a este sitio que tanto tira, el Portugal en época sin alemanes. Tal vez no tenga demasiado sentido visitar playas viviendo en una playa, pero ésta es una costa diferente cuando estamos fuera de temporada. El Algarve lo pasaré relativamente rápido para subir un poco por la costa alentejana y cruzar enseguida a la sierras y castillos, subiendo paralelo a la frontera hasta entrar de nuevo por Cáceres.


De momento, una primera escala en Sevilla. No acaba de entrarme esta ciudad, a pesar de toda su monumentalidad, sus rincones y su innegable belleza. No sé, hay algo en ella que me empalaga y no identifico claramente.


Bueno, vamos poco a poco