Tengo setenta y cinco años y, eso sí, en algunos aspectos soy más sabio que antaño. Por ejemplo, sé muy bien que es un error pretender una "comunicación total" con otro ser humano. Ni siquiera una "comunicación amplia" es frecuente. Lo razonable es contentarse con pequeños canales de comunicación, que son diferentes para cada persona con la cual tratas. Así, con unos te sientes unido por un tipo de humor, con otros te entiendes en lo político, con otros en lo estético, etc. Lo que resulta improbable es entenderse, a la vez, en el humor, en lo político, en lo estético, etc. Localicemos, con cada persona, los canales de comunicación que funcionan, y dejemos el resto a las buenas maneras.
Y sí, naturalmente, esto es una de esas cosas tan obvias que cuesta mucho expresar bien, a no ser que escribas como Pániker, el muy canalla.
Así que no puedo dejar de estar de acuerdo. Lo que pasa es que el término "relaciones" es un poco más complejo. Mucho, muchísimo más complejo.
La fórmula que propone Pániker es perfectamente válida para las relaciones sociales, las de conveniencia (en toda su extensión), las circunstanciales, las efímeras, las limitadas, incluso algunas de la no elegidas, pero ¿qué sucede cuando se traspasa esa piel y la relación comienza a tocar otras fibras?.
Los amigos del alma, los amores ¿Existen porque se han multiplicado muchos de esos canales de comunicación? ¿Están ahí como algo que nos hemos construido nosotros mismos, y luego tratamos de hacer que encaje la comunicación para que chirríe lo menos posible?
Amigo, no lo pones fácil, ni es tu intención, pero resulta sugerente el melón que abres y tendré que dedicarme a pensar sobre ello.
Gracias por tus libros Salvador