Ya, ya sé que esto no se debería decir, pero llevo demasiado tiempo cansado del griterío de los portadores de la Verdad Absoluta.
Veamos, purísimos demócratas, a ver si podéis explicarme por qué se plantea alguna forma de echar del Parlamento Europeo a un diputado polaco que defiende un trato discriminatorio hacia las mujeres, por qué esas teorías son causa de rechazo objetivo, y no las opuestas o las de cualquier otro signo.
Ese diputado, por más exótico que nos parezca, está en el Parlamento porque representa a unos millones de ciudadanos que piensan más o menos como él, y negar ese carácter de representatividad y el derecho a exponer su pensamiento es juguetear peligrosamente con la esencia de todo el tinglado. Como yo lo veo, contra una opinión respaldada por los ciudadanos no caben censuras, sino argumentos imbatibles, educación para que los criterios de los votantes tengan más nivel y aceptar las diferencias como las defendemos con tanto aspaviento en otras ocasiones u otros foros.
Seguramente tengo muchas limitaciones, pero no acabo entender esa corriente represora contra los que opinan lo que puede parecernos feo, aberrante, erróneo y hasta insultante; mucho me temo que olvidamos que nuestras opiniones, respaldadas por la masa y por las tendencias de los tiempos, también pueden herir las sensibilidades de otros.
Así, siguiendo ese griterío, que amplifican los medios y las redes sociales, vamos haciendo comentarios sobre comentarios previos, perdiendo de vista el rigor de la información y haciendo bolas de nieve sin ningún sentido. Hablamos y leemos hasta la náusea sobre Trump y el maldito autobús y perdemos de vista los temas importantes de verdad, los que interesan y los que requieren de una acción. Estamos entrando a saco extendiendo la publicidad de lo que, con toda seguridad, le está interesando a alguien que no somos nosotros y nuestra capacidad de hacer del mundo un mejor lugar para vivir.
El delito de inducir al odio sería aplicable a casi todo, dependiendo solo de le posición de quien lo juzga, y nos metemos en la deriva de prohibir antes de convencer de una manera que, ay, me recuerda tanto a épocas pasadas...
Hoy no digo de quiénes son estas imágenes
¿Quién no las ha publicado?