Se cuenta que en un pueblo perdido, de esos donde parece que jamás pasa nada, había un pastor que salía cada mañana al monte para cuidar su rebaño. Estaba allí solo toda la jornada y, al regresar por la noche, contaba a todo el mundo lo que soñaba haber vivido:
- Aventuras con extraterrestres
- Luchas encarnizadas con lobos
- Árboles que se juntaban en un coro para hacer concursos polifónicos
- Pájaros fantásticos que le traían frutos exóticos de lejanos huertos
Estos relatos eran el acontecimiento de cada noche y todos los vecinos del pueblo depositaban en ellos la esperanza de una pizca emoción en sus rutinarias vidas.
Un día, mientras el pastor sesteaba en el monte, escucho un silbido que salía entre dos rocas; al acercarse quedó cegado por una brillante luz de la que salió un hada bellísima. Le besó y, cogiéndole de la mano, se lo llevó volando más allá de las nubes del horizonte.
En aquel lugar, jugó con ninfas casi transparentes a juegos donde todos ganaban, se introdujo dentro de las piedras para ver como palpitan sus corazones, escuchó la música más dulce emitida por unos pequeños animales que solo se alimentaban de ella...
Y así pasó una jornada de placer y descubrimientos hasta que, al atardecer, un grupo de sus nuevos amigos le llevaron en brazos hasta su rebaño mientras le colmaban de caricias.
Llegada la noche, los vecinos fueron acercándose a su casa ávidos de conocer las aventuras de cada día.
- Pues no, hoy no he visto nada - les dijo por primera vez el pastor.
Yo he caminado hoy muchas horas a lo largo de toda A Costa Da Morte, desde Muxía hasta acabar en Finisterre y, como hay cosas que es imposible contar, solo puedo decir que "en esta jornada no he visto nada".
Y como esto es, desde muy antiguo, el Final del Mundo, pues ya no se puede ir más allá y aquí termina por tanto mi Caminho Portugués.
Vuelvo a casa contento y enriquecido, para continuar otros buenos caminos que dejé interrumpidos y comenzar docenas de otros nuevos. Unos y otros sin flechas amarillas, pero eso no es ningún problema porque, al fin y al cabo, la cosa consiste en dar un paso después de otro.