miércoles, 4 de junio de 2014

De Bilbao a Castro Urdiales

No tengo yo el cuerpo como para zonas industriales y tragarme Barakaldo, Sestaso y todo eso, así que he cogido el metro tempranito hasta Portugalete y, desde ahí y por un eficiente y aburridísimo bidegorri de 12 km he llegado de nuevo hasta el mar. Me daba la sensación de que hacía un siglo que no lo veía.


Por desgracia no he podido seguir el camino tradicional por la arena de una playa preciosa, porque los temporales pasados se han llevado el puente de salida por el otro extremo, así que he tenido que dar un laaaargo rodeo de nuevo tierra adentro hasta encontrar un paso para cruzar el río.

El resto ha sido por un antiguo trazado del tren minero por el acantilado, pasando por las abandonadas bocaminas, pero estaba muy bonito.

No sé si puede considerarse lo de ayer un descanso, cuando he pateado la ciudad durante más de 10 horas, pero se notaba que hoy el cuerpo pedía ir rápido y he ido devorando los 30 km.

Lo cierto es que, ya casi al final, ha aparecido un personaje que conocía bien del Camino Francés: El Muevetorres, un tipo que, cuando ya tienes al alcance de la mano tu punto de destino, el muy canalla va moviendo la geografía para que no llegues nunca.

No recordaba que Castro Urdiales fuera tan grande, y desde que pisas el primer semáforo hasta el centro se hace una eternidad (a pesar de los abundantes palacetes de indianos). Cuando crees haber llegado al fin, en la Oficina de Información te dicen: "¿El albergue? A un kilómetro y medio de la salida de la ciudad".

Todo un llanto, pero finalmente adiós a Euskadi y veremos qué tal en Cantabria, porque todo lo que he leído avisa de mucho asfalto y caminos con trazados delirantes, nada parecido al principio de la distancia más corta.

Descanso, visito, papeo y sigo.

Buen Camino


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