domingo, 4 de junio de 2023

Coda

Otro Camino

¿Seguro? Yo no lo estoy tanto

No es "otro" netamente desde el momento en que no tiene la parafernalia jacobea. Primer punto y nada irrelevante.

Tampoco es "otro" porque el planteamiento no se parecía mucho al de los anteriores. No se trataba tanto de "ir a" como de "salir de", y esa diferencia es crucial.

Tampoco es tan "otro" por el ambiente que lo ha rodeado. Tanto el ambiente físico como el humano son radicalmente distintos: Castilla y Montaña profundas en el primer caso y soledad brutal y absoluta en el segundo.

En fin, que ha sido una experiencia más de donde me queda el regusto por las bellezas contempladas, por los momentos vividos, por las emociones, por los reencuentros con este chico que vive conmigo y que estaba un poco perdidico. 

Y no menos importante, por comprobar que el cuerpo aguanta y que puedo seguir contando con él como vehículo y como contenedor de experiencias.

Cierto es que para llegar a esta conclusión tampoco hay que meterse en hazañas. En una semana en Venecia caminé mucho, descubrí muchas cosas inimaginables y fabriqué una experiencia personal sin tener que echar el páncreas por la boca. Quiero decir que tener el cuerpo a punto para hacer cosas y tener el ánimo listo para maravillarse tampoco exigen llevarlos al límite de su resistencia. Claro que no es una exigencia, pero está bien comprobarlo de vez en cuando.

Ha sido bonito y ¿saben lo más bonito? Pues que quería hacerlo y lo hice. No es tanto la machada del de Bilbao con sus dos cojones o lo del niño consentido con sus caprichos, nada de eso, sino ese horror que siempre he tenido por arrepentirme por las cosas que he dejado de hacer. Cosas concretas y reales, nada de quimeras.

Para arrepentirse por lo hecho siempre hay argumentos consoladores, nos justificamos y, en el peor de los casos, también nos podemos perdonar. Arrepentirse por lo no hecho es como una losa atada al tobillo.

viernes, 2 de junio de 2023

De Pasagüero a Potes

Por ser el último tramo amanece en la montaña como solo aquí sabe amanecer, y parece que los diseñadores del Camino han querido darnos a conocer todas las aldeas que quedaban.

Si no es por ese motivo no alcanzo a entender la cantidad de vueltas y revueltas que he hecho. No es que me parezca mal, porque cosas bonitas he visto como Santa  María de Piasca, he tocado la campana de la iglesia de San Roque, que es otro clásico, pero aún así creo que ésto no es un camino medieval de peregrinos que buscaban combinar la mayor estabilidad de curvas de nivel, la mínima distancia y el mayor número de sitios con servicios. Complicada fórmula.

El último tramo antes de acercarme a la civilización era un bosque que parecía no haber sido pisado nunca, y la señalización en Cantabria…. podría haberla puesto alguien que hubiera caminado alguna vez en su vida, porque son mojones escasos, pequeños y cubiertos por la hierba que te dicen: "hasta aquí vas bien , luego ya veremos". Avisar, lo que se dice avisar, no avisan mucho.

Pero ya está, llegar a Potes es un shock por la cantidad de gente, de pasos de peatones y, sobre todo, de bares. Tras dos semanas sin haberlos visto ahora no sé qué pedir. 

Siempre ha sido una ciudad turística, pero se va pareciendo peligrosamente a Santillana del Mar. Mucha gente, pero mucha, que llegaba de hacer el Lebaniego desde San Vicente de la Barquera, otro montón de gente de excursiones de día desde 100 km. a la redonda. Si a esto se le suma lo del Monasterio de San Toribio de Liébana y su año jubilar y los viajes de adolescentes en fin de curso… el mogollón es tremendo.

Y menos mal que puedo ir entrando poco a poco en las aglomeraciones, porque luego llega Santander, que cada día está más chic con gente de bien... y ya veremos cómo aterrizo en Madrid sin tener un respiro.

Ahora voy combinando buses y trenes para volver con el regusto de cuánto ha valido la pena, de la cantidad de jugo que se saca de una experiencia de éstas y, con toda seguridad aunque no lo perciba conscientemente, de cuán bueno debe ser esto para el cuerpo, que lejos de pedir sopitas y buen vino, todavía pide caña.

Mañana el último madrugón de tren y pa casa.

jueves, 1 de junio de 2023

De Camasobres a Pesaguero

Estaba deseando dar este pasito. Pasar esta cresta es acabar con una subida dura y compartida con las vacas para entrar en otro tipo de paisajes.


Además, casi  toda la subida ha sido por un estrecho pasillo que se supone que era el de mejor pendiente, pero eso mismo habrá pensado el agua porque ambos hemos elegido el mismo terreno: agua, barro y las plastas de las vacas. La colada que hice ayer no ha sido una buena inversión.


¿Y qué pasa al entrar en Cantabria? Pues que cambia el registro de colores para formar cuadros de abrir la boca



Ya sé. Me preguntarán si no había dicho hace poco cómo me gustaba la Tierra de Campos, o los bosques palentinos…. Ya sé, soy la misma persona que hoy habla de la emoción de este nuevo lugar. En mi defensa, además de la tendencia actual por el poliamor, solo puedo decir que nadie puede discutir la belleza de los Picos de Europa. Es algo impresionante.


Todo se disfruta de una manera especial cuando se sabe que ésta es la gran y última subida, después viene el relajo (sin descuidar las rodillas) gozando del espectáculo de una bajada de 1.000 metros al tirón.


Las aldeas parecen colocadas como para un calendario de época. De aquellas que se decía que tenían "fotografías iluminadas".



No es una definición sutil ni demasiado poética, así que voy a abandonar el intento de hacer descripciones para pasarme directamente al cocido lebaniego.