Vamos a ver, tras muchos años de hacer más o menos las
mismas cosas, de plantearse actividades bajo los mismos esquemas, llega el
momento en que hay que cuestionarse si es realmente lo que quiero.
¿Lo que quiero? Normalmente, la capacidad de elegir es considerada como un
lujo. Pero yo tengo hoy ese lujo.
Si no puedo decir, y ejecutar, todo a lo que me quiero
dedicar, sí que puedo tener bastante autonomía para decir a lo que NO me quiero
dedicar, y eso no es sólo la botella medio llena, sino que es acotar bastante
la entrada de cosas que nos han venido impuestas, y los sapos que con
frecuencia nos hemos tragado.
Ahora sí que puedo decir que esto no me aporta, esto no me compensa, esto no va a ningún sitio, esto no me interesa a mí, o a otros que sí me importan.
Lo único que hay que hacer es aprender a decir que no,
aprender a pensarlo bien antes de decidir, aprender a manejar la libertad recién
estrenada. Es lo único, aunque no es fácil, porque las inercias y los falsos
valores tienen aún bastante peso.
A poco que vaya practicando y valorando los resultados,
seguro que la calidad obtenida va a ser más que reveladora.
El ser amo de más partes de uno mismo es algo nada fácil, es
un ejercicio de responsabilidad pero ¿con quién mejor compromiso que con uno
mismo?
La imagen es de http://www.freepik.es
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