Es una pequeña joya, no sé cómo será vivir aquí permanentemente, pero para un día de paseo se disfruta de la sensación de trasladarte 100 años hacia atrás, a pesar de la machacona globalización invadiendo todos los locales de la Calle Mayor o de un gran crecimiento de barrios muy nuevos y bien ordenados.
Es un escenario para historias clásicas, para cine en blanco y negro, para miradas intensas y silencios pesados.
Y aquí estoy, dispuesto a mover las piernas después de muchos meses de parón. Me meto en una senda que promete ser dura, tanto por la soledad inicial como por las montañas posteriores, y todos los pronósticos son de clima impredecible (como suele suceder en todas las primaveras)
Me encuentro bien, lo necesito, y también tengo una extraña sensación como de fragilidad. Es algo muy nuevo, no son dudas ni inseguridad, ya lo iré descubriendo.
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