Hay tantísima belleza por metro cuadrado que se entiende el mítico "Síndrome Stendhal"
En Florencia está TODO, y rezuma esa obsesión por atesorar, conservar y cuidar las cosas hermosas. La propia ciudad, si la despojamos de sus monumentos y colecciones ya es bellísima.
Parece que la temporada baja es solo noviembre, enero y febrero, y estar aquí a mitad de octubre es compartir este espacio con demasiada gente. Ya he tenido ocasión de hablar sobre el turismo depredador y la tentación de creerse un elegido, pero es una lastima comprobar como la masificación resta autenticidad incluso a lugares con éste, y como la actitud de muchos visitantes es más compulsiva que interesada por conocer o descubrir.
Pero es lo que hay. La verdad es que, exceptuando el David de Verrocchio, tampoco venía con interés por entrar en museos o subir monumentos. Disfruto deambulando por la ciudad y curioseando rincones sin más ambiciones, al fin y al cabo, casi todas las obras de arte las tenemos más que vistas.
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