Para celebrar que hoy es una ruta prácticamente plana, me permito el lujo de hacerla muy despacio, como si fuera un jubilado de esos de las manitas en la espalda.
No es que sea mejor o peor, ni siquiera menos cansado, pero es otra manera de ver el paisaje a primera hora.
Paisaje que sigue siendo de mar, rocas, playas, casitas con jardín y el run run de la olas permanentemente en la cabeza.
Ése es el ruido que me permito, y no deja de sorprenderme algo que se repite en todas las caminatas que he hecho: no tengo ningún deseo de escuchar música, y la tengo conmigo en el teléfono. No tengo ganas de seguir las noticias, ni siquiera las que parecen dramáticas en la actualidad por los titulares que veo distraídamente. Es como si fuera incapaz de sentirme conectado con cualquier cosa que suceda al sur de la CN-642.
Sigo a mí gente, someto a presión a mis pensamientos y me empapo de lo que me rodea; debe ser lo que Arturo llamaba ayer “ir a setas”.
Veremos cómo es el aterrizaje posterior.
El caso es que he paseado, que no marchado, en la más completa soledad. Vamos a ver: gente sí he visto en los pueblos, alguien paseando al perro a primera hora por el Camino… pero lo que se dice caminantes, de esos con el verbo caminar en la cara y mochila en la espalda, ni uno desde que empecé hace días.

Después de este punto, de repente el camino desaparece. Le pregunto a un paisano y me da todos los pormenores en gallego:
- O camiño di? Levouno o mar.
A lo que yo le respondo en andaluz:
- Ea, pohyahtá
Y así ambos disfrutamos de la variada riqueza cultural de este país, sin necesidad de pinglanillos que tanto desquician a algunas.
Lo cierto es que desde ahí ya la cosa cambia mucho hasta casi la entrada a Burela, y ha habido tramos abriéndome camino entre la maleza sin saber bien dónde pisaba, muchos tramos asfaltados, aunque casi sin tráfico, pero no molan, y hasta un par de cruces peligrosísimos de la carretera nacional, que no está uno para carreras.
Por fin llegué a un sitio que tenía ganas de conocer. Para aquellos que lícitamente estén preocupados por dónde dejar sus huesos cuando llegue el momento, Les recomiendo encarecidamente este lugar. San Pedro de Cangas es una bellísima y minúscula península que tiene todo lo necesario para el caso: una capilla, un cementerio cuidadísimo y una pradera mirando al mar. También tiene en el exterior unos aseos para señoras y caballeros. Se debe estar bien ahí toda la eternidad, al menos en los veranos.
Ayer estaba cansado y no presté mucha atención al sitio que reservé para esta noche. Al llegar veo que son las habitaciones de una marisquería, y lo mismo es un Ventorro. A ver si, al final, voy a salir en los papeles.
Pues eso es todo por el momento en Burela, voy a descansar y luego buscaré una lavandería.
Recuerdo perfectamente lo de los tres puentes que a mí también me llamó la atención, confieso que yo utilicé el de los coches.
ResponderEliminarSupongo que no habrás desaprovechado la oportunidad de dormir en una marisquería para darte un homenaje 😂. Mañana me sacas de dudas.
Es tentador lo del lugar definitivo, la cosa se presenta complicada si los demás tienen que cumplirlo y llegar hasta allí.
Felices sueños 🥰💤
a qué tipo de homenajes te refieres?
Eliminarqué mi padre es el otro Carlos ;)