domingo, 15 de junio de 2025

De San Cibrao a Viveiro

Lo previsto, una jornada sacamantecas.

Como es domingo, arranco sin desayunar ni esperanzas de encontrar nada hasta que acabe la jornada, así que me paso el día con nueces, fruta y agua. Y bien pudiera haber sido el día de un refuerzo de energía, porque el caminito lo exige.

Largo largo el muy canalla. He salido a las ocho menos algo y he llegado pasadas las cinco de la tarde, pero se le puede perdonar todo porque me ha ofrecido vistas impresionantes. 


Las buenas vistas tienen dos componentes: el primero es que he tenido un día super luminoso que convertía el mar en una paleta de verdes y turquesas increíbles, y el segundo es que lo he estado viendo desde lo alto. 

Muy alto. 


Y la altura no se mide solo en metros, que habrán estado sobre los 150/200, sino en que los he estado subiendo y bajando constantemente. Tendría que mirarlo en el perfil de la ruta, pero podría haber sido una docena de veces las que he repetido cada diente de sierra. 

Benditos bastones, sin duda no podría haberlo hecho sin ellos, y aún con ellos he llegado con la lengua fuera. 

Pero empecemos por el principio: como no puede ser de otra manera en San Cibrao, para salir hay que bordear la mole de la planta de aluminio hasta llegar a la preciosa Playa de Lago, que realmente tiene un lago y una enorme factoría de producción de rodaballos.


He parado aquí para quitarme la chupa y comerme un plátano y me aterroriza estar en un sitio tan bello bajo la balsa de lodos de la planta de aluminio. Es enorme y no quiero pensar la que armaría aquí un accidente como el de Aznalcollar. En fin, ingenieros tiene la iglesia….

Luego he caído en un extraño lugar como sacado de los relatos de ciencia ficción. Es un bosque de grandes piezas de hormigón con forma de doble T retorcida que supongo que se usarán en rompeolas, pero encontrarse en medio de miles de ellos es muy desconcertante. 


E inmediatamente ha empezado la montaña rusa. Sube, baja, sube, baja… Es el truco de las matemáticas: si se dice que el PROMEDIO de los días es con pendientes moderadas, y así lo he comprobado hasta hoy, es porque hay un día, y solo uno, que se vuelve loco sin que eso altere demasiado el promedio de los 10 días. Quién no se consuela es porque no quiere.

Y me consuelo a toro pasado porque ha sido un privilegio caminar por bosques de pinos y eucaliptos completamente tapizados de helechos mucho más grandes que yo, y con el mar calmadito a mis pies.


Me consuelo también porque he podido hacerlo y sobrevivirlo, ya que no deja de ser sorprendente cómo me responde el cuerpo. De la mente… confieso que a medio día he tenido tentaciones de abandonar, pero a pesar de que el angelito malo me decía “Tío, déjalo ya” y el angelito bueno permanecía en silencio porque no tenía argumentos, la verdad es que estaba en sitios tan inaccesibles que no había opción de llamar a un taxi (si lo hubiera encontrado) para que viniera en mi busca. No ha quedado otra que seguir adelante aunque, una hora más tarde, empieza otra zona habitada y con mucha mejor pinta que lo visto días atrás. Total, para poco más de diez kilómetros que me faltaban ya no valía la pena montar toda una movida.

1 comentario:

  1. Solo de leerte estoy agotada, con lo que a mí me cuesta subir 🤦‍♀️.
    Vivero ya es civilizado y seguro que te das un buen homenaje de cena.
    Efectivamente esas piezas son para hacer los diques de los puertos, es curioso verlos “en tierra”.
    No sé cuántas etapas te quedan.
    ¿Pasarás por el Barquero, los Acantilados de Loiba y el “Banco con las vistas más bonitas del mundo?. Hoy te has merecido el descanso y Abandonar no es una opción 🥰

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