miércoles, 28 de mayo de 2014

De Irún a San Sebastian


Me da la sensación de que ayer estuve caminando de Puerto Marín a Melide.

No ha pasado el tiempo cuando te calzas los bastones y empiezas a caminar, seguramente porque el que camina es otro que ha estado en estado latente durante un año, y de repente despierta y retoma su actividad "normal" ¿Tan distintos seremos cuando caminamos? Si no fuera así ¿dónde he estado todo este tiempo?

Tal vez el que camina es alguien (otro yo) que no tiene nada que decir, alguien que no es mirado y que solo mira. Alguien a quien no se espera y no "tiene que". Alguien que mira donde no hay nadie y que tiene todos los poros abiertos para sentir cosas muy físicas. No creo que sea mejor que la versión urbana y social, tampoco peor, e igualmente real.

Un día con permanente montaña rusa de 200 m arriba y abajo, con algunas de estas bajadas verdaderamente durísimas, y donde han caído algunos de los que me han pasado tan alegremente un rato antes.  Cuando te caes el primer día y te haces daño, un daño serio de los que he visto como para retirarse, debe ser muy frustrante. Pero así es la cosa cuando se pone más entusiasmo que cabeza.

Un día de bosques y de costa vertical, un día con un calabobos sin parar hasta que, al final y ya cerca de Donostia, se ha puesto a llover fuerte, pero ya me ha pillado cerca y me he refugiado en un via crucis de pintxos por el barrio viejo.

No son las tapas de Andalucía, pero tienen su cosita como para que se mantenga a ambos como patrimonio de la humanidad.

Los primeros 27 km en seis horas y media, no está mal para el primer día y para las cuestas con tanta piedra y barro. Tampoco hay que forzar.

Buen Camino.

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