lunes, 9 de marzo de 2020

Mar, piedras, cuevas

Y más mar, más piedras, más cuevas. Así todo el día, con la boca cada vez más abierta.

Entre Faro y Portimāo encuentro esta costa que da la sensación de andar todavía en pleno movimiento, dura, brutal, castigada y de una belleza difícilmente comparable con cualquiera otra.




Decía el otro día a Rafa que no necesariamente siempre hay palabras para todo. Y él, como es más sabio, decía que entonces valía la música o el sonido del mar. Juega con ventaja porque es filólogo y escritor, y no se puede mover ni una coma a su respuesta.

Hoy es de esos días donde me siento enormemente privilegiado de poder asistir a este espectáculo con tanta luz y con tan poca gente (casi nadie) porque constato con los locales que todo lo que tiene esto de paraíso en una jornada así, lo tiene de infierno en verano, que es cuando la mayoría de la gente puede venir.




Por eso, me pongo la mano en el pecho, y me arrodillo si es necesario, para daros gracias infinitas a los que lo hacéis posible con vuestra cotización. Seguid así porque, si un día encontráis que vuestro trabajo no responde a lo que esperábais, siempre os podéis consolar pensando lo felices que nos hacéis a tipos como yo.

La verdad es que el sistema es todo un invento, no me extraña que quieran cargárselo.



Sigo al Finisterre portugués, hoy he visto por fin una ciudad con encanto.

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