jueves, 12 de marzo de 2020

Valle del Guadiana

El paisaje de dehesas con encinas y alcornoques debo tenerlo tatuado en algún cromosoma, de los anclados aún en la estirpe extremeña.



Supongo que la carga genética la llevamos todos, y no siempre se sabe dónde está el detonante que la hace manifestarse. Si le preguntamos a una golondrina, seguramente no sabrá explicarnos qué es el Congo ni cómo se llega allí, pero al final del verano emprende el vuelo y llega sin un titubeo.

A mi me pasa con un geolocalizador. No me sale un regusto en el paladar, un cierto sonsonete al hablar o un pellizco en el estómago hasta que los pies no pisan esta tierra. 

Son varias generaciones previas de extremeños, y son bastantes años infantiles con largas temporadas aquí. Es una realidad, ni buena ni mala, que no me condiciona a nada, y desaparece como llegó al moverme por el mapa.


Un misterio, y voy a estar sintiéndolo tres o cuatro días.

Beja no me ha parecido interesante, pero la llegada a Mértola es espectacular.


Un pueblo fronterizo presidido por un castillo medieval (otro castillo, así va a ser ahora) del que me ha llamado la atención que todos los nombres y honores del recuerdo son para el señor moro que lo defendió. Estamos tan acostumbrados en este país a las historias sesgadas, a las historias falsas llenas de buenos y malos que, desgraciadamente, nos choca que "el bueno" sea quien nosotros solemos calificar de "el malo". Así, sin más cuestionamientos.

Tiene una hermosa judería, un museo morisco, otro del contrabando (!!) y una enorme actividad cinegética, artesana, montañera y hasta jacobea; he visto algunos peregrinos y abundante señalización de un Camino que no sé cuál será.



Da gusto pasear por pueblos donde parece que los habitantes están contentos de serlo, desgraciadamente no es lo más habitual, y puede que esté sea así también, tapado por una interesada capa de atrezo.


Y hablando de habitantes, hablo con gente de España y sus crisis de políticas y epidemias, y me parece que se refieren a un país de otro planeta. Tendré que ir preparando el cuerpo para el reencuentro porque, no nos engañemos, esto tampoco es lo real.

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