Los transparentes, en este sentido, han dejado de pre-ocupar
a nadie, ya pueden dedicarse a observar sin crear inquietud o impaciencia y,
como nadie les ve, siempre se les permite.
El transparente participa de todo lo que hay a su alrededor,
y tiene la ventaja de que su no-presencia no condiciona a nadie, por lo que lo
que él ve es lo más parecido a la realidad de las cosas y las personas. La
mirada del transparente ha dejado de alterar lo observado, y rompe los esquemas
de la física cuántica.
¿Cómo se consigue ese estado? Me parece que de ninguna manera, sino que te lo otorgan (a veces te lo imponen) y puede ser la consecuencia de no llamar la atención, de no suponer un competidor o un peligro, de no proyectar una imagen, de pasar de largo y de ser un flâneur del mundo por el que se transita.
No ser un motor de nada sin dejar de ser parte de todo.
Puede que de esta manera el transparente que no es visto sea
el que más ve, y tal vez es porque deja de verse a sí mismo. Si esto llega a
ser así, el transparente se empapa de muchas más cosas y tiene más
posibilidades de maravillarse.
Ser transparente no necesariamente es pasar desapercibido,
se puede percibir al transparente si así lo merece lo que hace. Ese
transparente debe tener un inmenso valor, y debe estar preparado a que nadie le
dé palmaditas en la espalda cuando genere algo que valga la pena.
Claro, nadie sabe dónde tiene la espalda
No recuerdo de quién es la imagen
La descargué hace muchísimo tiempo
y la he reutilizado hasta para la cebecera de este blog
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