miércoles, 6 de noviembre de 2019

Fumando en Venecia


Si decía ayer que dejar de viajar puede hacerse con los mismos trucos que dejar de fumar, he errado en el sitio. Venecia no es lugar de donde marcharse hasta las narices.

Sí hay gente, claro que sí, pero tampoco tanta y... ¡Ay los turistas empaquetados! todos están en los mismos sitios, ignorando que hay tantos otros para disfrutar.



Tenía razón Visconti cuando empezaba con Mahler su película, con Dick Bogarde saliendo lentamente de la bruma con el vaporetto. Por más veneciano que sea Vivaldi, que lo es, esta ciudad pide una música más de hacerte llorar el corazón. Por más gente armada de palos selfie con que puedas cruzarte, esta ciudad es una burbuja de soledad.

O al menos es el sentimiento que yo tengo.

Tal vez sea porque la propia Venecia está sola, sola en medio de su laguna, sola con sus peculiaridades únicas, sola siendo una república desde la caída del Imperio romano hasta la llegada de Napoleón, sola entre los planetas de Oriente y Occidente sin tomar partido abierto por ninguno de ellos.

Cuando pateo cualquiera de sus calles o cruzo sus plazas tengo la sensación de que sus cansados muros me contemplan con cierta pesadumbre, como si me miraran diciendo ¿Tú me comprendes o solo viernes a hacer fotos?


Me he sorprendido varias veces esta mañana pasando la mano por los ladrillos a punto de desmoronarse, acariciándolos como quien da palmaditas en el hombro a una persona triste. Me dan ganas de abrazarla, y por eso no he entrado en ningún museo ni en ninguna iglesia o monumento, solo he subido hasta arriba del campanile de San Marcos para poder abarcarla toda. 

Me parece que era Jan Morris quien decía que Venecia "son los restos del decorado de una feria universal", pero no acabo de ver esa connotación de cartón piedra ficticio. Venecia me parece tan real como esas matronas muy muy mayores que se sientan a desayunar al sol cerca de mi casa. Las arrugas de su piel ya no se llevan bien con los maquillajes excesivos ni con los escotes o las mallas que se empeñan en vestir pero ¿algo de eso las quita autenticidad? Creo que no, y lo más importante de todo: se siguen sintiendo guapas y capaces de prácticamente todo.


1 comentario:

  1. Leyéndote me acordaba de que quizá suceda en Venecia lo de la fatamorgana, especialmente en este tiempo...

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