miércoles, 11 de marzo de 2020

Costa Alentejana

Pasada una línea imaginaria todo cambia de repente. 



Los pueblos parecen mediterráneos, las carreteras avanzan rectas entre bosques de pinos, y las playas... las playas pierden aquella grandiosidad casi épica para, sin ser necesariamente más pequeñas, convertirse en algo íntimo, llenas de coquetería.


 

Y esa sensación de intimidad se acrecienta al pasear por ellas sin nadie alrededor, abriendo huellas en la arena y protegiéndome del sol sentado en casetas abandonadas de windsurfistas.




¿Cómo es posible que en menos de 200 km que puede tener de ancho, Portugal genere tantos ríos y tan caudalosos. Toda esa cantidad de agua busca su camino entre los montes para desembocar en preciosas calas, en rías amplísimas y hasta en cascadas.



Tanta luz y tanta agua cambiarán radicalmente a partir de mañana, cuando tocará meterse por serranías y vivir el terreno fronterizo medieval.

Salgo de la costa lleno de imágenes, y me lleno ahora de expectativas para las próximas jornadas.

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