domingo, 28 de mayo de 2023

Del Prádanos de Ojeda a Perazancas


Esto ya es otra cosita que me suena más. El cuerpo se pone tan contento de subir y bajar por bosques, disfrutando de un día de sol perfecto que resalta todos los colores.

En un altozano he coincidido con un claro del bosque y, de repente, veo que asoma la nariz la mole de la Montaña Palentina. Así visto, la verdad es que acojona un poco, pero esto es lo que hay (una vez más) y si quieres llegar al Valle de Liébana hay que atravesarla.



Ningún problema, si Aníbal pudo hacerlo con los Alpes, y cargando con el pienso de las elefantes, seguro que yo puedo con ésto.


La derivación al Camino del Románico Palentino ha tenido de todo. La fachada de San Juan de Moarves (25 habitantes) tiene un pantocrátor de los más espectaculares que he visto, y las otras visitadas y la de la propia Perazancas también tienen gracia.



De todos modos las monjitas de San Andrés de Arroyo me la han jugado. Visitar su claustro para ver si es tan comparable al de Silos era uno de los objetos del viaje y el eje para organizar las etapas o dormir en el sitio carísimo de anoche. Llego a las 11:05 y me salen con que la visita era a las 11:00, y que hay otra a las 12:00.


No ha servido que les diga que yo no quiero una visita guiada, que llame su atención en que a las 11 no han tenido ni un visitante y que tampoco esperan a ninguno a las 12. Me dicen cosas tan absurdas como que me espere una hora en la puerta o que vuelva otro día, cosas propias de mirarse su hombligo bajo los castos hábitos.


Nada que hacer, es la tontería senil tan propia de la Iglesia que la impide ver por qué los templos están vacíos y los seminarios decayendo. Como no les ha gustado nada que les recordara las obras de misericordia que mandan "dar posada al peregrino", me he marchado sin verlo.


Ningún problema a estas alturas. Esto se soluciona poniéndose en modo La Zorra y Las Uvas considerando que el monasterio está lleno de andamios y de grúas, así que puede que tampoco pudiera verlo bien.


Y el Bar La Pitusa donde me acogen esta noche es una verdadera maravilla, con dos cantineras que te hacen sentirte bien de verdad. La casa es fría como un demonio, pero tiene encanto.



Clima de meseta alta: atardeceres con lluvia y frío.

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