viernes, 22 de noviembre de 2019

Revisiones


Bien, todo bien.

Fantásticamente bien.


Imagen de Amazon.
No les falta de nada

sábado, 9 de noviembre de 2019

De Venecia a Padua

Después de varios días haciéndome a la estética y la dinámica de Venecia me resulta curioso desembarcar tras pocos minutos en una ciudad como Padua. La primera sensación es verla como "muy francesa, muy del Imperio".

Edificios nobles y sólidos, espacios enormes y mucho soportal. Tal vez sea porque es sábado, pero me ha parecido bastante chic y animadísima. Muchas calles del centro son un rosario de bares y restaurantes, con mucha gente guapa como solo los italianos saben ponerse, y he visto cantidad de plazas con mercadillos de todo tipo, desde verduras hasta bragas.

Ha debido tener un potente pasado romano y medieval que no he podido palpar en unas pocas horas. El Museo Arqueológico es espectacular y los frescos de Giotto en la Capilla de Los Scrovegni llegan a abrumar. Hay tantísimos que pasa como en las rebajas del Corte Inglés, que casi no ves nada.


Preparando el regreso y tengo que rumiar mucho este viaje. No tanto por lo que he visto, que también, sino por el para qué he venido y el cómo me vuelvo. Lo he disfrutado tanto que no sé dónde ha quedado aquel sentimiento de hartazgo tan pesimista con el que hice la maleta.

¿O era un truco? Porque también cabe pensar que si estaba tan harto no lo habría preparado tanto..... Un tramposo de mierda, me temo.

Arrivederci cara!


viernes, 8 de noviembre de 2019

Venecia por dentro

Todo lo que se puede entrar siendo un extraño, fugaz y sin puntos de conexión.

Día de lluvia fuerte e inundaciones donde parece ser que se inunda siempre: donde hay demasiados turistas y pesan demasiado. 




Así que me he reconciliado con las botas y ropa de agua y hoy sí que he entrado en cantidad de sitios para defenderme del mal tiempo. Ningún museo, pero docenas de iglesias y exposiciones de las que apenas sabría decir sus nombres.

¿No se cansarían en su época de ese exceso de Tintorettos, Veroneses, Bellinis, Tizianos, Tiepolos y Canalettos? Me imagino los talleres de estos artistas como una nave industrial produciendo a tope. Si no eran así no se entiende la cantidad de obras que hay en esta ciudad, más las distribuidas por todas las colecciones que se precien en el mundo.

Pasear por estos lugares es como meterse en una enciclopedia, como ser un gorgojo viviendo en el Summa Artis. Los acumuladores de tanto tesoro, los ricos y poderosos de cada etapa veneciana, seguro que eran tan insaciables como los actuales, aunque probablemente no tuvieran ocasión de dispersarse tanto.

Compraban, importaban, financiaban y robaban obras de arte como hoy se hace con cualquier bien. Ahora conseguimos bajo cuerda desde el oro y los diamantes para hacer caja hasta el wolframio y el coltán para la industria, y de la misma manera ellos robaron desde columnas de mármol y esculturas hasta los huesos de San Marcos en Constantinopla con fines de protagonismo político, aunque los muy listos los falsificaron después de perderlos en un terremoto.

La riqueza les hizo tan poderosos en los negocios como en la guerra, nada nuevo en la relación entre ambas cosas, y su declive comenzó con las nuevas rutas de navegación. Otra vez la Geopolítica, más o menos como hoy.



La cuestión es ¿Dejarán los poderosos actuales un rastro tan hermoso siglos después de desaparecer? ¿Tienen nuestros ricos contemporáneos ese deseo de trascender para la sociedad o emplean parte de sus riquezas en tratar de pasar desapercibidos?

No creo que unos sean mejores que otros, pero un día tendré que estudiar un par de cosas que me llaman mucho la atención: los intereses de los ricos y la manía de poner poses absurdas para hacerse fotos. A ver si consigo desentrañar ambas cosas sin emitir juicios.



jueves, 7 de noviembre de 2019

Zapatos Italianos


Hoy me he cruzado con ellos en un escaparate y me ha dado una punzada. Ese libro es algo de lo que más profundamente me ha tocado en muchos años.

Pero, volviendo a Venecia, afortunadamente hoy no tenía tan elegante calzado para aprovechar un día de sol que me ha hecho maldecir al acarreo de botas de agua y chaquetas impermeables.



Me he tirado temprano a la calle y a la laguna. He ido hasta Burano y La Giudecca, he pasado andando al Cementerio de San Michelle porque no recordaba que hubiera un puente flotante para llegar a la isla, y me lo he tomado con mucha más calma tras las maratones anteriores.


En realidad, lo que hacía era buscar esta estatua que no recordaba donde estaba, a pesar de que no hay tantas en Venecia. Ahora la veo, es la estatua a Colleoni que impresiona tanto como todas las obras de Verocchio. Nadie es tan fiero como lo representa Verocchio, ni tan bello, ni tan fuerte. Ni siquiera tan santo.

En casa tengo un cuadro desde que era veinteañero con los tres David: el de Miguel Ángel, el de Donatello y  el de Verocchio, y éste siempre ha sido mi favorito. No trata de ser una fiel reproducción clásica como el de Miguel Ángel, ni está lleno de simbología como el de Donatello. Es solo un muchacho bellísimo al que no golpearías para que hablase, como dicen que hizo Miguel Ángel con La Pietá.

Caminar y caminar, sin darme cuenta del exceso de kilómetros hasta que caigo rendido por la noche.




Descubrir sitios y notar las diferencias entre cada barrio. Sentir que los turistas destrozan lo que tocan, pero aún quedan partes inexpugnables en esta ciudad.



Y ahí me doy cuenta de mi error, porque pensaba que los ingleses eran los más locos a la hora de poner nombre a los diferentes tipos de calles, pero atención a esta ciudad donde no hay strade como en el resto de Italia, aquí hay un follón de calli, fondamente, río, terra, campi, campielli, salizada, sotoportego, ramo, corte, cortile, ponte, fontego, lista, piscina, ruga.... (he tenido que acudir a una guía para comprobarlo). Lo más fascinante es que, con toda esta colección de términos, y diga lo que diga el diccionario, piazza como tal no hay, porque ese título está reservado en exclusiva a la Piazza San Marco.

¿No es bonito? Pues aquí dejo al León más triste del universo veneciano.





miércoles, 6 de noviembre de 2019

Fumando en Venecia


Si decía ayer que dejar de viajar puede hacerse con los mismos trucos que dejar de fumar, he errado en el sitio. Venecia no es lugar de donde marcharse hasta las narices.

Sí hay gente, claro que sí, pero tampoco tanta y... ¡Ay los turistas empaquetados! todos están en los mismos sitios, ignorando que hay tantos otros para disfrutar.



Tenía razón Visconti cuando empezaba con Mahler su película, con Dick Bogarde saliendo lentamente de la bruma con el vaporetto. Por más veneciano que sea Vivaldi, que lo es, esta ciudad pide una música más de hacerte llorar el corazón. Por más gente armada de palos selfie con que puedas cruzarte, esta ciudad es una burbuja de soledad.

O al menos es el sentimiento que yo tengo.

Tal vez sea porque la propia Venecia está sola, sola en medio de su laguna, sola con sus peculiaridades únicas, sola siendo una república desde la caída del Imperio romano hasta la llegada de Napoleón, sola entre los planetas de Oriente y Occidente sin tomar partido abierto por ninguno de ellos.

Cuando pateo cualquiera de sus calles o cruzo sus plazas tengo la sensación de que sus cansados muros me contemplan con cierta pesadumbre, como si me miraran diciendo ¿Tú me comprendes o solo viernes a hacer fotos?


Me he sorprendido varias veces esta mañana pasando la mano por los ladrillos a punto de desmoronarse, acariciándolos como quien da palmaditas en el hombro a una persona triste. Me dan ganas de abrazarla, y por eso no he entrado en ningún museo ni en ninguna iglesia o monumento, solo he subido hasta arriba del campanile de San Marcos para poder abarcarla toda. 

Me parece que era Jan Morris quien decía que Venecia "son los restos del decorado de una feria universal", pero no acabo de ver esa connotación de cartón piedra ficticio. Venecia me parece tan real como esas matronas muy muy mayores que se sientan a desayunar al sol cerca de mi casa. Las arrugas de su piel ya no se llevan bien con los maquillajes excesivos ni con los escotes o las mallas que se empeñan en vestir pero ¿algo de eso las quita autenticidad? Creo que no, y lo más importante de todo: se siguen sintiendo guapas y capaces de prácticamente todo.


martes, 5 de noviembre de 2019

A Venecia


Es como dejar de fumar. Intelectualmente puedes entenderlo, te lo dicen de mil maneras y sabes que es un placer efímero con malas consecuencias. Todo esto es cierto, pero cuesta dejarlo.

Con lo de viajar pasa lo mismo. Cada vez es más decepcionante lo que encuentras al llegar, una vez conocidos muchísimos sitios asequibles el siguiente paso tiene una relación coste/satisfacción más que discutible, el placer con el que sueñas se ve muy comprometido por saturación de otros viajeros, por prácticas comerciales codiciosas y por una evidente falta de encanto, a todos los niveles.

Dejar de fumar es fácil con un buen empacho o con una evidencia de esas que te deja temblando. Dejar de viajar debe ser fácil metiéndote de lleno en un lugar que sea famoso por acumular sobre explotación, precios altos, mala climatología y tópicos manoseados sin gracia.

Así, con ese ánimo me voy a Venecia, la ciudad que está en lo más alto de la lista de destinos de viaje de los que salen en los catálogos, y que nada tienen que ver con otros viajes de experiencia, pero es cierto que estoy en un momento especialmente sediento de impactos visuales. Si con este viaje me alegro los ojos y me saturo de inconvenientes turísticos seguro que no me costará tanto levantar el pie del deseo de trotar por ahí.

De todos modos hay algunas particularidades. No es la primera vez que estoy en Venecia, aunque muy lejos de poder decir que la conozco más allá de un contacto superficial, pero para poder cumplir con mi rutina de estudiarme bien los sitios antes de iniciar un viaje me he encontrado con la imposibilidad de memorizar un mapa y sus trayectos. En Venecia no hay planos en el sentido habitual de la palabra. No hay centro y vías principales, no hay puntos de referencia; hay canales, callejas, pasadizos... y para tener la sensación de moverme con cierta solvencia me he estado empapando de libros de gente que adoran la ciudad, de manera que pudiera absorber sus sentimientos más que sus descripciones. Jan Morris y Donna Leon han sido excelentes compañeras de viaje y ya me han hecho disfrutar tanto como para que, sentado aún en el aeropuerto, pueda decir que "ha valido la pena". Sigue siendo válida la máxima de Juan Carlos Dávalos cuando, hace ya un siglo y medio, decía aquello de: Yo no viajo por llegar, viajo por ir.

Me voy. Sé que hago cosas raras como ir a un sitio saturado para curarme del odio a la saturación, pero ese reflejo de abrazar el fantasma no es la primera vez que me asalta, y no lo asocio tanto al coraje como a la curiosidad, y al tremendo orgullo de sentirme libre como para equivocarme.  Pero son mis propios errores, nada que reprocharles.

Por cierto, en que hostel tan maravilloso he caído.



jueves, 10 de octubre de 2019

Pueblos Blancos

Hacía muchos años que no los pateaba, y han cambiado a mejor.


Mantenidos con mimo, restaurados, vivos, reales...

Es un placer dedicar unos días a recorrerlos todos (no puedo asegurar que 20 sean todos) y disfrutar de esa Sierra de Grazalema y Ronda, y de esas dehesas de alcornoques, donde uno se da cuenta de que lo lógico es ser bandolero, parece que el paisaje aquí lo requiere.


Ésto me da  pie a plantearme la vuelta por los Pueblos Negros, aunque mucho me temo que hayan caído devorados por la influencia de la cercana Madrid.

Hay tantos sitios....

domingo, 7 de julio de 2019

Viajar

Para muchísima gente, y especialmente entre los de mi generación de baby-boomers, viajar es una actividad completamente idealizada que ha llegado a ser casi una necesidad. Y hay muy buenos motivos para ello:

En la segunda mitad del siglo XX, viajar ya no tenía las penalidades que había antes. Los idiomas estaban más o menos disponibles, los medios de transporte se multiplicaron y popularizaron y disponíamos de bastante flexibilidad logística, material y mental.


Para esta generación, y especialmente esta generación de españoles, viajar era salir; salir de la jaula en la que nos sentíamos encerrados y respirar aire fresco.

Viajar era también conocer. Nuestros puntos de referencia eran tremendamente casposos, la distancia social y cultural con cualquier destino nos hacía abrir los ojos, y las mentes, y acceder o experimentar un verdadero crecimiento.

Viajar siendo de una generación medio hippy significaba también tocar con la punta de los dedos el exotismo presente en tantos entornos artísticos míticos.



Viajar, cuando uno estaba inmerso en los agobios de una incipiente carrera profesional, también era desconectar, poner todos los contadores a cero y retomar la cotidianeidad con otro impulso.

Viajar estaba idealizado, tal vez sobrevalorado.

¿Que ha sucedido 50 años después? Pues que la pulsión por viajar sigue viva, pero el resultado de la experiencia se ha vuelto decepcionante. Casi siempre decepcionante.

Es más que probable que los responsables de esta degradación seamos nosotros mismos, como casi siempre, porque viajar se ha convertido en un objeto de consumo con todas las miserias que eso conlleva.

Al viajar hemos dejado de encontrar diferencias enriquecedoras, tanto porque nuestra distancia de partida respecto al resto se ha nivelado como porque la globalización se ha encargado de laminar matices. No hay apenas diferencias entre la calle Serrano o Regents Street, por poner un ejemplo. Las mismas cosas en cualquier sitio.

Los destinos han perdido autenticidad. Los que viajamos somos consumidores y material consumible es lo que encontramos.

Viajar se ha convertido en una actividad masiva, y el tumulto es casi siempre lo peor, tanto para el que va como para el que recibe.



Claro que es fácil caer en la tentación de añorar cierta exclusividad con todo lo que eso tiene de experiencia de valor, pero no es esa la solución. Viajar se ha convertido en algo no placentero bajo las premisas que nos impulsaba a hacerlo y, por tanto, la única respuesta razonable es replantearse el deseo.

¿Seguir viajando por inercia, motivados por unas expectativas que ya no van a alcanzarse?

¿Huir hacia adelante buscando destinos cada vez más lejanos, más inaccesibles, más caros y más incómodos?



¿Documentarse en las mismas fuentes donde ya se documentan miles de personas, cualquiera que sea el lugar o la temporada?

¿Viajar a cualquier punto del planeta cuando los viajeros, los turistas, nos hemos convertido en potenciales presas de un mundo cada vez más inseguro, más violento, más cutre?

Hay que hacérselo mirar y levantar el pie. Fue bonito mientras duró y, sin perder aquellas motivaciones originales y tan ricas, habrá que materializarlo de otra manera.

Nos lo hemos cargado, qué le vamos a hacer.

Y ahora, la muerte del cisne: si voy a reducir mi turisteo, moriré matando. Estoy preparando un viaje a Venecia y así es casi seguro que no me arrepentiré luego de aparcar esta manía de viajar.






lunes, 17 de junio de 2019

Siempre hay una coda

Siempre. Revisando las crónicas de los otros Caminos siempre aparece una entrada final que quiere hacer una especie de resumen de conclusiones, un cierre a la experiencia.

Con el carácter de acontecimiento que tiene la realización de un Camino, parece normal que el cuerpo te pida tal cierre, acabarlo no es algo que pase desapercibido ni que puedas desconsiderar.

Al terminar este Camino Primitivo no voy a sustraerme de la tendencia de los otros, pero el resumen no me sale tan espontáneamente como en otras ocasiones.

Sí me salen preguntas. Curioso, preguntas cuando antes eran afirmaciones llenas de seguridad.

Tal vez la pregunta principal sea ¿Has crecido en este Camino?

Y me digo: Míratelo sin trampas. A medida que me hago más viejo cada vez me cuesta más percibir el crecimiento, y no es porque tenga mucho logrado, sino porque cada vez soy menos flexible.

Me falta mucha perspectiva respecto a mí mismo como para contestar con rotundidad, o tal vez cada día relativizo más. Tal vez sea que me he empapado de las formas gallegas y solo se me ocurre contestar a una pregunta con otra serie de preguntas.

¿Como saber si he crecido? Hasta en esta pregunta sería largo llegar a una respuesta, pero este puede ser un despiece para analizarlo:

- ¿Has mantenido la mente vacía y en calma, o al menos ocupada en algo constructivo?

- ¿Has evitado aturdirte con ruidos, de cualquier tipo que sean?

- ¿Te has orientado a lo que querías conseguir sin sentirte esclavo de los objetivos?

- ¿Has sido capaz de sentir alegría, y disfrutar de ella?

- ¿Has identificado tus permanentes cagadas, y sin tratar de  justificarlas?

- ¿Has aprendido algo de ellas? ¿Te las has perdonado después?

- ¿Has dejado algo mejor de cómo lo encontraste? O, en el peor de los casos ¿Seguro que no has dejado algo peor, habiendo podido evitarlo?

- ¿Has sonreído a los que se han cruzado contigo?

- ¿Has tratado de entender sus rarezas sin juzgarlas?

- ¿Has considerado todo lo que te ha ayudado a llegar donde estás, más allá de tus propios méritos?

- ¿Has agradecido a todos y por todo?

- ¿Has dosificado todas tus energías, y eres capaz de explicar el criterio empleado para ello?

- ¿Has cuidado tu maquinaria corporal, y has facilitado a cada pieza lo que necesitaba?

- ¿Has mirado lejos, estirado los músculos y respirado con profundidad?

- ¿Has sido consciente de cómo entraba el aire y como circulaba la sangre?

- ¿Has negociado con los músculos antes de pedirles un sobreesfuerzo?

- ¿Los has premiado después?

Seguramente hay muchas más preguntas, y respuestas, que indiquen si me aproximo a algo parecido a la satisfacción, sin excelencias, sin destacar, sin medallas.

El mero ejercicio de someterse a esta lista, y a las otras muchas preguntas que vayan apareciendo, significa que, al menos, tengo curiosidad por el tema.

Eso ya es un paso de gigantes

domingo, 16 de junio de 2019

Muxía

Cuando decidimos dedicar un día al descanso antes de regresar, nos lo tomamos muy en serio, y las playas de Muxía facilitan mucho la labor.


Muxía, su mar, sus piedras, su luz.

Puede ser difícil que esas tres cosas puedan sorprendernos a los que venimos del Cabo de Gata, pero aquí sí sucede eso, y la magia de este sitio se te cuela por no sé dónde para hacer que te sientas especial, en un lugar especial.


Buen Camino

sábado, 15 de junio de 2019

De Olveiroa a Muxía

Ya, el océano!


Otra larga jornada de más de 30km, pero notando que es la última todo parece mucho más sencillo, más cuesta abajo, más tranquilo.

Solo se hace largo desde el momento en que parece que has llegado porque ves el mar hasta que vas sorteando cuestas y rincones para alcanzar Muxía finalmente.

Una hermosa jornada, todo encuadrado en ese retablo tan espectacular como son estos montes, estos rincones y todas estas rocas.

Lo importante ha sido comprobar cómo las emociones que te sugieren las experiencias del Camino son tan comunes para todos los que lo viven que el sentimiento de acompañamiento es muy fuerte. Cierto que genera compañía, e igual de cierto que compruebas que somos todos bastante previsibles, muy semejantes en el fondo.


Bueno, la caminata en sí está terminada, pero no la asimilación del Camino, que todavía tardará días… o semanas. Ya lo iré contando.

Buen Camino

viernes, 14 de junio de 2019

De Negreira a Olveiroa

A medida que pasan los días no disminuye el cansancio, pero a igual coste físico aumenta enormemente el rendimiento. Casi 35km en 10 horas, administrando cuatro paradas, supone una medida tan alta que en algún momento más que andar hemos debido ir al trote. No está mal.


Todo ayuda para que sea así: salir con 7° y niebla cerrada te ayuda a coger ritmo desde el primer momento, y luego todo el día ha mantenido una buena temperatura como para no incrementar la caída.

La memoria, la buena memoria, te juega curiosas pasadas. Desde luego he identificado donde han hecho modificaciones en el camino, que casi siempre han sido para mejor, pero lo más curioso en que cuando pasé por aquí en 2017 DEJÉ ESCRITA UNA CRÓNICA super negativa, y mantuve en el recuerdo una etapa fea y tediosa. Hoy me ha parecido preciosa, con mucho bosque en la primera mitad e intensas praderas en la segunda, ambas con paisajes espectaculares. Según cómo sean las circunstancias del entorno (físico o psíquico) una misma cosa puede ser vista de maneras radicalmente diferentes.

Y seguramente ninguna de ellas es una visión equivocada.


Mañana casi igual de larga, pero acabando frente al océano, estoy deseando que llegue ese momento.

Buen Camino

jueves, 13 de junio de 2019

De Santiago a Negreira

Dejamos Santiago temprano y, sin decirlo, sabemos que es un "hasta luego!"


La acumulación de kilómetros empieza a hacerse notar, habrá que organizarse de otra manera… no sé si bajando la velocidad, incrementando el número de pausas o su duración. Puede que un conjunto de todo, aunque ir despacio a mí me cansa más, o parar y volver a coger ritmo también es fatigoso. El que la Diputación ponga tantos bancos en las subidas es una tentación peligrosísima.


Ni idea sobre la mejor fórmula, iremos probando porque ni tenemos citas ni pretendemos batir marcas.

Esta etapa la recordada así de bonita, aunque también más sencilla, ya que el fuerte paso de Transmontes nos ha desfondado bastante.


Recuperaremos fuerzas porque la de mañana sí que será exigente con sus treinta y tantos kilómetros. En fin, el mar ya está cerca.

Buen Camino

miércoles, 12 de junio de 2019

De O Pedrouzo a Santiago

Santiago ¿Qué tendrá?

Puedes venir mil veces, puedes no considerarlo una meta, pues encontrarte cansado o con ganas de cama….

Es igual. Entras en esta plaza y necesariamente te emocionas.


La crónica de lo que has hecho para llegar hasta aquí se te escapa entre los dedos, parece como si el resto perdiera toda importancia. Es necesario pasar cuello abajo este momento para que todas las piezas vuelvan a colocarse en su sitio y darte cuenta de que, con un pelo de perspectiva, el viaje no consiste en llegar, sino en ir.


Y cuando vas, cuando decides levantar el culo y poner un pie delante del otro, casi cualquier Santiago es bueno. Éste de hoy está cargando de mitos y sueños como para convertirlo en un gigante, pero el Santiago que te hace moverte no está en estas preciosas piedras, está mucho más dentro.

Y mucho más escondido.


Hemos visto esto en el camino ¿Hay que añadir algo? Solo tal vez una cosa: es una llegada a Santiago sin Yayo esperando para abrazarle. Se me hace raro, se me hace incomprensible.

Buen Camino

martes, 11 de junio de 2019

De Ribadiso de Abaixo a O Pedrouzo

Llegar a O Pedrouzo siempre ha tenido para mí esta extraña sensación.

En primer lugar, porque transitar por un Camino abarrotado de gente te coge literalmente por sorpresa, y no acabas de entender qué diablos haces ahí metido. Reconoces el Camino, claro que sí, tiene todos los elementos propios de lo que aprecias, es incluso un buen tramo por calidad del suelo, paisaje, servicios… lo tiene todo. Pero las voces, el gentío, el impacto de lo que en cualquier otra circunstancia sería lo cotidiano aquí es extraordinario.


En segundo lugar está el propio lugar de destino ¿Por qué diablos paro aquí? Es un pueblo que no aporta nada, demasiado cerca de Santiago (18 km) pero demasiado lejos como para alargarse. Lo único que tiene es una larga calle con 2.000 plazas de alojamiento entre albergues y pensiones, y los precios más desquiciados del Camino para cualquier cosa.

Pero ahí está, es algo casi inevitable.

Eso sí, si lo que quieres es entablar conversación con peregrinos de cualquier nacionalidad y tipo, éste es el sitio. Aquí están todos y tan desubicados como tú mismo como para estar dispuestos a charlar de lo que sea.

Es una buena oportunidad para verificar, como así he hecho, que los sentimientos y emociones que nacen en esta experiencia son comunes en todos los que la hacen. Cualquier caminante de esta senda que la haya hecho más o menos entera, y no solo los famosos 100km del turigrino, llega a las mismas conclusiones y repite las mismas emociones.

No somos tan extraordinarios, el Camino sí lo es.
Mañana un gran salto. Buen Camino

lunes, 10 de junio de 2019

De Ferreira a Ribadiso de Abaixo

La primera etapa en superar los 32km!


Y se ha cumplimentado con éxito. Con cansancio, claro está, pero lo hemos hecho sin forzar la máquina en 8 horas netas, todo el rato con un ritmo suave y constante. De todos modos, también ha sido la primera en hacer jornada de mañana y tarde; no me gusta mucho parar para comer, pero había que darle un respiro al cuerpo.

Se ha aprovechado bien el día, tanto por los sitios tan preciosos y tan variados como por la estrategia de esquivar lugares y horarios del temible tumulto del Camino Francés, con el que hoy nos hemos fusionado. Se nota aumento de gente y de gente bien diferente, pero eso es lo que hay: el Camino es para todos.

También hemos aprovechado para hablar mucho y comprobar que las percepciones que son difíciles de explicar… también son bastante comunes.


Nos merecemos un buen descanso. Y mañana más.
Buen Camino

domingo, 9 de junio de 2019

De Lugo a Ferreira

Una estupenda experiencia.

No cabe duda que poder decirle a alguien "qué bonito" o "qué bien estoy" mejora la percepción de la belleza y del bienestar. Lo que ha tenido esta mañana ha sido la posibilidad de hacer el Camino a cuatro manos, y el mérito es de esta peregrina que se ha sometido a la iniciación con la mejor de las actitudes.

Como crónica, todo un día suave, con mucho camino asfaltado y cantidad de sendas por bosque. Probablemente la etapa que eligiría para poder introducir a alguien en los encantos del Primitivo.


El albergue es absolutamente rural y con muy buena pinta, para mañana una larga etapa huyendo de las aglomeraciones en la fusión con el Camino Francés. Verdaderamente ya hay gente!




Buen Camino