lunes, 23 de junio de 2014

De Vilalba a Miraz


Otro día doblando etapa.

Ayer estaba atento a las conversaciones de los grupos ruidosos (inevitable, por otra parte) y tomaba nota de los planes que hacían para hoy. No me parece mal que cada uno viaje como mejor le parezca, que se equipe como más le guste, que mande a alguien para que le lleve la mochila... incluso que vaya en taxi de un albergue a otro, que también eso estoy viendo a menudo. Lo que me revienta es que, con esa opción, ocupen los albergues que están previstos para otro tipo de usuarios, y luego pasa que no hay sitio o que utilizan los dormitorios comunes como si fueran los salones de un club social.

Parte de la culpa puede ser del maldito mojón de los 100 km, y el truco de recorrer esa distancia mínima para ganar la Compostela.

Así que, una vez en Baamonde, y viendo que ya había cola esperando a que abrieran, he vuelto a tirar a la siguiente etapa, y no me arrepiento, porque este camino es cada vez más Camino; lleno de vericuetos, cruceiros, fuentes y aldeas que no tienen más de cuatro casas y las calles son muchas veces de pasto, aunque tengan sus señales de tráfico.
En medio de este entorno donde todo es minúsculo, he caído en un albergue llevado por la Confraternity of Saint James con sus hospitaleros de importación, sus detectores de incendios y sus ofrecimientos de una nice cup of tea. Como si hubiera vuelto a equivocarme de sitio, aunque afortunadamente he entrado minutos antes de que empezara la tormenta de todos los días.

Siguen siendo raros, pero con algún peregrino empiezo a cruzarme, el resto debe estar ocupando albergues.

Buen Camino.

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