Ni una gota de lluvia ¡por fin! ni tampoco un árbol que de un poco de sombra, pero no hay que ponerse en plan llorón. Los últimos pueblos navarros con sus caserones y esas placitas que parece que las han montado para películas francesas de los cincuenta.
El cuerpo va tirando y vamos reconociéndonos en los mensajes que nos intercambiamos en ambas direcciones, y reconociendo quiere decir que prestamos atención a lo que ambos nos decimos. Y solemos hacernos caso.
Hasta Estella he pasado por infinidad de puentes a cual mas bonito, aunque el de esta ciudad creo que se lleva el premio.
La familia heredada, la más cercana, la he tenido casi ignorada durante treinta años, pero ahí han estado siempre, esperando y consintiendo mis dudosas cosas. Cuando llegó el momento de sentir que estaban, tal vez porque ya tocaba, fue tan fuerte el torrente de sentimientos acumulados que ahora han pasado a ocupar un sitio muy importante, y me han ayudado a comprender muchas cosas de mi mismo y de lo que hay a mi alrededor. Lo he estudiado, he dedicado tiempo a pensar en ello y no se trata de mitificar ni mistificar, solo he visto, he entendido y he aprendido a tener en cuenta la completa ausencia de decepciones.
Le meteré mano a eso al volver.
Otra cosa que he aprendido: los romanos no tenían ni idea de hacer calzadas, o les echamos la culpa a ellos cuando vas por un camino intransitable de piedras. No puedo creerme que por los sitios que he caminado esta mañana como teóricas "calzadas romanas" pudieran haber pasado unos tíos con aquellas sandalitas de diseño que llevaban ¡del todo imposible!
En fin, de Puente a Puente, y tiro porque me lleva la corriente.
Enhorabuena.
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