lunes, 24 de junio de 2013

De Sarria a Gonzar

  • Mama ¿dónde está mi camiseta naranja?
  • ¿Yo qué sé M. Carmen? Hija, siempre haces igual. Mira en la bolsa de tu hermana. Y dile a Alvarito que espabile, que papá ya está esperando.


Cuando esto es lo que te despierta a las seis de la mañana, ves muy claramente que algo ha cambiado de repente. Y es una lástima, porque si tuviera una jaca, podría esta perfectamente en el Rocío.

No quiero ni imaginarme cómo estará esto dentro de un mes, pero me he pasado tanto tiempo diciendo lo que odio a los que se consideran "elegidos para la gloria" que solo puedo considerar que soy una negra hormiguita más en esta procesión.

Ay, esas chiquitas con el muestrario de Decathlon y las piernas tan blanquitas, lo que las espera todavía! Hacía semanas que no escuchaba conversaciones sobre ampollas, Voltaren, Compeed, Ibuprofeno... casi me siento rejuvenecer.

No es tampoco tan grave lo de la invasión, ser veterano te hace conocer los trucos y, en este caso, consisten en salir a caminar con toda la oleada, porque a todos nos echan al mismo tiempo a la calle, pero a eso de las dos horas de marcha siempre encuentras un sitio donde parar, tomate un segundo café al sol, guardar la chaqueta en la mochila, aliviarte con calma y esperar a que pase la masa. La práctica te enseña a identificar cuando salir antes de que llegue la segunda oleada, la que un austriaco bautizó hace unos días como la de los "walking dead pilgrims", y que está compuesta por señoritos que duermen en hoteles, o los que van verdaderamente hechos una lástima.

He aprendido a reconocer a los peregrinos que vienen de Madrid; no tienen pérdida. Se identifican por pasarse media tarde consultando guías o sitios web para llamar compulsivamente y hacer las reservas para las próximas 48 horas. Son muy agonías. La otra media tarde la emplean en contar a todo el mundo dónde han comido tan estupendamente.

Y ahí voy, pasando de Portomarín, que es donde van todos éstos (porque lo dicen las guías y los sitios web) ya que, tras 9 km más de subida, hay una pequeña aldea con un albergue. Es curioso, pero en este pequeño sitio, donde solo estamos las vacas y nosotros, he vuelto a reencontrarme con viejos conocidos, de esos que te dan grandes abrazos y a quienes no soy capaz de convencer de que no me gusta el orujo de hierbas.


Total: casi 32 km, por chulo veterano y esquivo, a partes iguales. Pero tan contento sentado en el mojón de piedra que dice: a Santiago 80 km. Suena diferente

Buen Camino

No hay comentarios:

Publicar un comentario