miércoles, 12 de junio de 2013

Tomando tierra

He conocido a mucha gente en estos quince días, al menos he hablado con mucha gente, lo que no deja de ser algo bastante insólito en mi.

Ha habido gente divertida, interesante, extraña, estúpidos... de todo un poco.

Siempre que incorporo a una persona nueva en mi trayectoria hay alguna característica que destaca, algo por lo que la recuerdo. Son los ladrillos de la pared de Lucas.

De toda ellas a lo largo de este viaje, es esta señora la que, sin duda alguna, me ha movido más cosas aquí dentro.

No voy a entrar en la manoseada pregunta de "por qué haces el camino", pero lo cierto es que todos los que nos encontramos en esta senda tenemos algo en común: Nos creemos algo especiales.

Desde los hijos favoritos de dios hasta lo que se creen ser Stanley a punto de encontrar al Dr. Livingstone, todos andamos con un ego algo crecidito. Hasta el más simple piensa que, al menos, es un tipo guay por estar metido en esto.

Nos equipamos, consultamos guías, nos sonreímos entre nosotros, compartimos duchas y otras cosas que de ninguna manera haríamos en la vida civil. Nos decimos "Ultreia" al cruzarnos como si fuéramos miembros de un secreto y selecto club.

Y ahí la tengo, dándome un repaso cuando llevo tres horas de esforzada marcha, con su rebequita y sus zapatillas. Seguro que hace esto con frecuencia para abrir el canal de riego o dar de comer a los animales. No me ha dicho una palabra, pero los mensajes en silencio son los que entran más profundo, y espero que sea uno de los que mejor recuerde.


Verá, Señora, yo no soy un peregrino, tal vez lo sea si consigo aflorar suficientes emociones de aquí a Santiago, puede que no sea ni un caminante. Me he sentido como un turista que va a comer a Carrión de los Condes.

Gracias Señora por los segundos en los que he coincidido con usted. Que tenga un buen día.

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